Los latigazos de la pandemia se sienten en todos lados. De una u otra manera, el virus fue llegando hasta los rincones más alejados de las grandes ciudades, y obligó a cambiar hábitos que parecían inalterables.
Al sur de la provincia, a la vera de la extensa ruta 3, los habitantes de Pradere ya sintieron el impacto de la enfermedad y del miedo.
Meses sin encontrarse, sin ver a sus seres queridos. Y acompañando con todos los protocolos a los que tuvieron la desgracia de contagiarse.
Acostumbrados a lidiar contra la sequía y el viento, esta vez la naturaleza les plantea un nuevo desafío.
Aislados, preocupados y temerosos, sienten que falta cada vez menos para la victoria. No es una guerra convencional, es una larga batalla contra un enemigo invisible.
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